Aquel día
en el que me preguntaron sobre mi (incierto) futuro, lo tenía claro y a día de
hoy estoy segura de que no me equivoqué al responder -aunque con cierto miedo- que
quería ser periodista.
"¿Estás segura?" me repetían una y otra vez. "Sí".
Un "sí" rotundo.
Una vez
en la Universidad, te das cuenta de que la carrera es muy teórica. Esta
afirmación suena a tópico, pero no lo es. Sin embargo, algunas clases -aunque
muy pocas- se convierten, de manera sorprendente, en lecciones de periodismo contadas en primera persona por un
periodista que ha vivido la realidad de esta profesión. Iñaki Cano Martínez,
actual presentador de los informativos deportivos de Canal Plus por la noche (y con un gran
bagaje profesional a sus espaldas), vino un viernes cualquiera a la clase C007
para contarnos su experiencia de la manera más cercana posible. De tú a tú, vamos.
"¿Estáis dispuestos a que te dejen tus parejas, renunciar a ver nacer
vuestros hijos, a fines de semana?" Así empezó su charla; a priori parece fuerte, ¿verdad? Pues ésa es la
única realidad de este juego: hay que pasar horas y horas para que el trabajo
salga de la manera esperada y para que puedas irte a dormir satisfecho.
Este
verano tuve la oportunidad de ser becaria en el periódico de donde soy
(Menorca) y he palpado con mis propias manos la cara oculta del periodismo (y me refiero a periodismo como profesión, no como oficio). Exactamente eso que nos quería transmitir Iñaki Cano durante la charla: el sacrificio que supone la profesión periodística.
Realmente, ¿estamos dispuestos a que la redacción sea nuestro segundo hogar? La
respuesta debería ser afirmativa. Y digo debería porque es la vocación por la
que muchos luchamos. Ya la práctica es otra cosa distinta. Admiraba el trabajo
de mis compañeros, admiraba su talento y su profesionalidad. Porque tras pasar
10 o 20 años en una redacción, seguían ahí. ¿El secreto? Aman lo que hacen por
encima de todo. Aprendí que para contar algo, una noticia o una historia, lo
tienes que vivir. Aprendí a que los buenos periodistas salen a la calle, hablan
con la gente. Lo único que tienes claro es la hora a la que empiezas tu
jornada pero no la hora de salida. Un frenesí constante. Y una felicidad incesante, sin duda alguna.
Una de las secciones que me tocó hacer fue una titulada "Vamos a la playa". ¿Suena bien, no? Pues consistía en ir a pasear por alguna playa de la Isla -vestida, claro está, a treinta grados mínimo- preguntando a los turistas diversas cuestiones acerca de la playa. Y, encima, tenía que hacerles una foto. Obviamente, me llevé muchas negativas. Pero asimilé que hay que estar preparado siempre para recibir un no y no rendirte nunca.
Y es que en este mundo hay que ser el mejor pero sin pisar a nadie. Iniciativa. Eso es, a fin de cuentas, lo que prevalece. Una verdad absoluta.
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